Dos raras inteligencias
Dos raras inteligencias
Por: Dr. Eduardo Kastika
La inteligencia es otra cosa
Hace bastante tiempo que la idea de inteligencia dejó de ser lo que era.
La frase “Nico es super inteligente, pero se porta mal; es tan inteligente que se aburre, la maestra no lo entiende”, esta frase, decía, en el siglo XXI no tiene sentido.
La inteligencia ya no es más aquello que hace que nos vaya bien en matemática y lenguaje o, por lo menos, la inteligencia ya no es SÓLO eso.
También es inteligente quien logra vivir en armonía con sus compañeros. Y, ya que estamos, también es inteligente quien logra jugar y disfrutar con la música, quien puede ubicarse bien en una ciudad nueva, quien puede deleitar a sus invitados con un buen plato de pastas.
No hay una inteligencia: hay varias. Todas son valiosas, aunque dependiendo de la época algunas sean más rendidoras que otras.
Lo primero que solemos pensar cuando aparece este tema es en la inteligencia emocional. Esa “otra” inteligencia que complementa a la tradicional. La inteligencia clásica tiene que ver con lo racional, lo intelectual, lo efectivo; la emocional con los afectos, lo social, las emociones.
Esta división en dos inteligencias (difundida en especial por el best seller Daniel Goleman) es fácil de entender, cómoda y práctica. Pero el tema es bastante más complejo.
En realidad, estamos hablando de la teoría de las Inteligencias Múltiples, creada en Harvard por Howard Gardner hace 35 años, que propone que hay un conjunto de facultades humanas, diferentes e independientes entre sí, que nos permiten resolver distintos tipos de problemas y crear aportes culturalmente valiosos. Las llamó “inteligencias” (pero también se podrían llamar “talentos” o “dotes” o “capacidades” o “habilidades”).
Inteligencias lingüística y lógico-matemática (en las que, aparentemente, Nico descolla); inteligencia musical; espacial; corporal; existencial; naturalista; intrapersonal e interpersonal.
Otros autores hablaron también de inteligencias práctica, social, moral, exitosa, etc. Y, por supuesto, también hay autores, como Jeffrey Schaler, que despotrican a más no poder contra Gardner.
Un abanico de posibilidades
Cada uno de nosotros está equipado con una combinación única de estas inteligencias en forma de potencial.
Y las vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida en función de nuestras circunstancias (cómo nos educamos, con quién convivimos, qué sucede en nuestros contextos, etc.).
Ya sé: eso se está poniendo demasiado complicado. Es verdad. Es que la teoría de Gardner es compleja. De ahí el éxito de la Inteligencia Emocional, aunque sea menos rigurosa. De hecho: el resultado de googlear “Inteligencias Múltiples” es 4,1 millones y el de googlear “Inteligencia Emocional” es 58,3 millones.
Pero, justamente, lo que más me interesa de las inteligencias múltiples es la idea de multiplicidad. Es una muy buena manera de abrir el abanico de posibilidades que todos tenemos. Sin jerarquías ni prejuicios.
Cuando entendemos, por ejemplo, que resolver matemáticamente es tan importante como embellecer estéticamente, la creatividad empieza a aparecer.
Y dentro de este abanico de talentos/inteligencias, hay dos que me gustaría rescatar porque suelen quedar opacadas.
Vivir en el Universo
Gardner habla de una inteligencia existencial: un talento vinculado a la inquietud por las cuestiones esenciales: de la vida, del universo, de la existencia.
Tiene que ver con la posibilidad de situarnos nosotros mismos en relación con las facetas más extremas de. cosmos —lo infinito y lo minúsculo— y en relación con el significado de los temas más trascendentes: la vida, la muerte, el destino, el amor, la admiración ante una obra de arte.
A veces nuestra capacidad existencial se vehiculiza por medio de actividades religiosas, místicas o metafísicas, pero no siempre. Podemos explorar lo existencial a través de la filosofía, la meditación o sumergiéndonos en experiencias de introspección individuales o junto a otros.
Los aportes que podemos producir desde nuestra capacidad existencial se diferencian claramente de las repuestas que podemos dar desde otras inteligencias. Porque incorpora un encuadre diferente: más amplio, más abarcador, más trascendente.
Construir nuestros deseos
La otra inteligencia a rescatar es la intrapersonal: quien la ha desarrollado es porque ha logrado construir un modelo útil y eficaz de sí mismo, nos dice Gardner.
Es quien conoce sus aspectos internos, sus propias emociones y, mejor aún, quien puede guiar sus propias conductas a partir de estos conocimientos.
Gardner, además, se anima a proponer:
“Quienes comprenden con claridad sus propias virtudes y defectos se encuentran en una posición mucho mejor que quienes se conocen poco o mal a sí mismos…”.
Esto es esencial para la creatividad. Porque a partir de este modelo es que surge lo que cada uno de nosotros decidimos llamar “problema”, “proyecto”, “deseo”.
Desde hace ya muchos años, sabemos que la creatividad no comienza cuando un problema “aparece desde afuera”. El descubrimiento (o, mejor dicho, la construcción) de problemas es parte de la creatividad humana.
Ante la misma situación objetiva (desacuerdo con un jefe, planes que se arruinan, sorpresas que aparecen), algunas personas deciden quejarse, otras aprender, otras insistir, otras ayudar. Aunque todos cuenten con recursos similares.
La diferencia está en la “inteligencia intrapersonal”: la capacidad para construir nuestros propios problemas, deseos y oportunidades.